El Salmón

Para los que nadan.

miércoles, agosto 16, 2006

Ayudando a retomar sus vidas. I Parte.

Macarena esperaba, con su falda blanca perla y encaje, que terminara por encima de sus rodillas, tomando sorbos de agua y agitando su mano izquierda para secar el esmalte azul, que el mozo la atendiera.
-¿Qué le sirvo señorita?- con cuadernillo en mano y un resto de tinta negra en el labio por llevarse el lápiz a la boca, gracias a los nervios que le regalaba la princesa pelirroja de la caja dos.
-¿O prefiere la carta?- agregó, mirando de reojo la caja dos.
-Tráigame un capuchino vainilla- le dijo sin quitar los ojos de la entrada principal.
El tipo de la mesa siguiente advirtió la ansiedad de la mujer y, cuando el flaco que la atendía caminaba hacia la cocina, le pidió el mismo café.
-Oye flaco- dijo mientras cambiaba la página del periódico sin dejar de releer el titular. –Tráeme lo mismo que pidió ella.
-Sí, señor- dio un salto el chiquillo y el hombre lo volvió a llamar. –Sírvemelo en su mesa- todavía sin mirarlo.
Nicolás, viudo hace años por un accidente en el que él hubiera preferido morir, bebía vodka todas las mañanas desde que Loreto, su último intento frustrado por superar la muerte de su mujer, lo dejó sin avisar, quedando sólo con su mundo animal, que le nacía cada vez que veía a una mujer sola. Pero otra soledad.
Macarena giró su cabeza sobre el eje de su cuerpo para observar a Nicolás. El periódico lo tapaba desde la cintura hasta la frente. Ella siguió esperando, con los ojos, a alguien en la entrada…