Tal vez fuiste mía un verano.

Vieras como se me pone la piel cada vez que insinúas repetir lo del verano. Pero eres tan sutil que hasta lo dudo, pero ahí voy. Y la tensión aumenta cuando son mis independientes dedos los que descubren las alturas de tus caderas. Que no sean las 3, que no pase el tiempo y que se detenga todo, menos nosotros. En eso coincidimos, y son de los pocos momentos en donde somos cómplices. Entre tanto todos los paréntesis freudianos que me invaden te los entierro en el labio posterior, en el pliegue de ambos. Donde imagino sale esa sustancia carmesí, pero es tu labial por todas partes. Y no es sorpresa que mañana será otro día. Para ti una nueva manera de esperar mi llamado, para mí la mejor forma de darle continuidad a nuestra discusión sobre el amor y los restos que nos quedaron en los bolsillos. Y vuelve a ser verano, una y otra vez. Con un calor de locos. Como en el chaco o en la selva peruana. Donde la humedad hostiga todo los recovecos. La última vez tus celos prometieron futuro, pero es esa gota de vodka extra lo que nos deja en el umbral. Como esa vez en el lago, uno dormido, que viene a despertar en los mejores días de un invierno que no tiene nada que envidiarle a nuestro febrero.