El Salmón

Para los que nadan.

martes, abril 25, 2006

Atestigua

La Roma se esconde cuando el óxido de la puerta anuncia a alguien. Seguro que está ansiosa. Agazapada, observa, y en un santiamén está colgada, con sus garras, entre la rodilla y el tobillo. Obvio, da la bienvenida. Los pasos le aceleran el pulso y sube la escalera tras los pies como cangrejo. Blanca. Dos o tres manchas cafés. Una panza redonda. Pasa por el espejo y ni se inmuta, sigue por los pies. Entendible, la bienvenida se prolonga. La Roma sabe que la puerta se abre, se cierra, y se vuelve a abrir. Me ha mirado fijo y me ha evaluado. Ha dormido menos yo. Ha desaparecido, y me ha encontrado. Me ha dejado costras en las manos. La Roma te ha visto un par de veces. La Roma dice que tu risa es inocente. La Roma dice que me quedo mirando como miras cuando miro a otro lugar. La Roma dice que sí. Yo también.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

he vivido en carne propia las bienvenidas de Roma. Como que no le gustara la gente? A lo mejor son sus muestras de cariños, pero una de esas en mis piernas otra vez, y el punta pié te va a doler a ti también!
Te quiedo, gracias por la música. Nico

9:31 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home